Buen momento para plantearse cómo comunica la Iglesia, pero no sin antes esta breve introducción:
Hace una semana su Santidad emitía un comunicado que copó rápidamente las portadas de todos los medios de comunicación de todo el mundo. A medida que iba pasando las horas y, posteriormente los días, una misma notica era tratada, dependiendo de las diferentes ideologías, de una manera u otra. Un hombre al que desde diferentes ámbitos se le ha faltado gravemente el respeto, en dónde diferentes medios de comunicación, personalidades y diferentes compañías han utilizado su nombre e imagen a su libre albedrío. En dónde no importaba si era verdad o mentira, si era ofensivo o humillante lo que se decía sobre su persona.
Los hechos objetivos son evidentes: un líder, bueno, cercano, humilde, que ha sido capaz de regalar su vida por amor y servicio a la Iglesia, un hombre que ha pedido perdón por activa y pasiva por los errores cometidos, que ha dado la cara sin esconderse, que ha condenado e investigado dentro de la Iglesia.
Un Papa que ha intentado unir en lugar de desunir, que ha sabido escuchar diferentes sensibilidades e ideologías intentando acercar posturas. Un hombre excelente, culto, cultísimo, un anciano ejemplar, un corazón que desborda humanidad y humildad, infinita bondad. Es cierto, su Santidad ha sido crítico con quién entendía que debía de serlo, y al mismo tiempo también, era y es exigente consigo mismo. Crítico también con los suyos, a los que exigía y exige excelencia, ejemplo, que sepan pedir perdón y perdonar sin rencor, reconocer errores y poner medios para no volver a cometerlos. A los que exige amar sin condiciones, a los que les dice que se aparten del egoísmo… y es que la Iglesia está formada por personas corrientes, como tú y como yo, con grandes virtudes y debilidades. Lo que hace falta es escucharla, como es normal, para poder opinar con rigor, para entenderla, para ser justos.
Su renuncia no es un paso atrás, es un gesto en el que se demuestra una vez más su vocación de servicio, de donación, de amor. Un líder que sabe retirarse cuando entiende que es el momento, cuando, escuchando las necesidades de la Iglesia, su Iglesia, entiende que lo mejor para Ella es la renuncia. Estos días se hablará mucho, se opinará y dirá de todo. Algo que no es nuevo. Es momento de ser más prudentes que nunca.
Quizá muchos malos entendidos de la historia de la Iglesia también hayan sido por una comunicación que podría mejorarse. En ocasiones la manera de transmitir un mensaje es más importante que el mensaje en sí. En ocasiones es difícil dar de comer a alguien que no tiene hambre, hay personas que sin quererlo no están preparadas para digerir según qué mensajes, pero ese hambre, esos dientes necesarios para poder morder y posteriormente digerir, pueden despertarse y crearse, y de eso se encarga y puede solucionarlo una publicidad efectiva.
Las campañas de la Iglesia no son realizadas para manipular a nadie, son lanzadas para que hagamos trabajar nuestra conciencia, nuestra razón y corazón. Sus mensajes están orientados a ayudar a los demás. Si la iglesia intenta enseñar su cometido es precisamente porque aquello que le hace feliz a Ella quiere que los demás también lo aprendan, como es normal; todos intentaríamos mostrarle a nuestros seres queridos algo que nos reporta felicidad.
Quizá otra comunicación por parte de la Iglesia sea necesaria, quizá más efectiva, pero eso no quiere decir que no se siga defendiendo todo aquello que durante siglos se ha ido defendiendo.
El fondo debe ser el mismo y así será, otra cosa diferente es cómo se trasmita.
Lo «bueno» y «malo» no viene interpuesto por la sociedad, porque este consenso social puede estar equivocado. Las leyes nazis o el sufragio censitario son un ejemplo cercano.
Defender una misma postura, en torno a uno o varios asuntos durante siglos, no es estar estancado en el pasado, es sinónimo de coherencia, de lucha por la verdad, de justicia.
Opinar diferente no es estar en contra ni de nada ni de nadie, defender una postura no es atacar la opinión contraria.
Acabo este artículo mostrando mi respeto y admiración por una Iglesia que, con sus errores como toda institución integrada por personas, lucha diariamente para comunicar un mensaje de enorme respeto, donación, servicio y amor a los demás.
Javier Pacheco Doria